Free counter and web stats

domingo, 29 de marzo de 2009

Esta mañana...

Esta mañana se levantó. No era temprano, ni tarde. Era la hora justa. Desayunó y se entregó a sus quehaceres. En la tele ponían una película mediocre tirando a mala, pero para él era un clásico. Compaginó sus quehaceres con la película. Una vez terminado todo (quehaceres y película) se preparó. Se vistió y se organizó los bolsillos. Se peinó y se dispuso a salir.

Ya en la misma puerta de casa visualizó el camino. Cerró los ojos y lo vio claro. Fue repasando todo el camino mentalmente. Ahí, parado en la puerta de casa. Con los ojos cerrados. Vio como subía por la avda. del aeropuerto, como cruzaba la avda. de la Victoria y como llegaba a las Tendillas. En cuanto se puso en camino se concentró en su cuerpo, en sus pasos, en su respiración. Hacía frío, pero no importaba mucho. Notaba como respiraba profundamente, como se hinchaba y deshinchaba su pecho, como se llenaban sus pulmones de aire. Ese aire frío que se tornába cálido al salir por su boca y nariz.

Llegó a las Tendillas. Casi no se dio cuenta. Ahí volvió a cerrar los ojos y a visualizar el camino restante. Vio como bajaba por Claudio Marcelo, doblaba la esquina de San Pablo y bajaba dicha calle hasta el Realejo y a San Lorenzo. Esta vez no estaba tan concentrado como en el tramo anterior. Le costaba trabajo centrarse en su respiración y en sus pasos. Sonó el teléfono en la esquina de San Pablo. Había nuevas noticias que lo dejaron indiferente, pero el interlocutor siguió hablando por espacio de un rato. ¿Cuanto rato?, imposible saberlo en el momento. La única pista para saberlo fue el edificio que se alzaba ante si: la iglesia de San Lorenzo. Otra vez había vuelto a ocurrir, casi no se dio cuenta de que había llegado. Aunque esta vez fue por otras causas ajenas a su concentración.

En San Lorenzo volvió a centrarse. De nuevo su respiración, profunda, mientras caminaba con paso firme. Visualizó el último tramo: Calle María Auxiliadora, Plaza del Corazón de María, avda. de Rabanales y Hermano Juan Fernández. Casi ni escuchaba la música que había en el mp3. Neal Morse se esforzaba en vano cantando en su particular "puerta" mientras Paul Gilbert exprimía su guitarra. Él ni se inmutaba, solo camina. Llega a Hermano Juan Fernández y ahí vuelve a perder la concentración ante otro edificio. Al ver el colegio, "su" colegio, su cara dibuja una sonrisa. Todo su cuerpo lo nota. Le vienen a la memoria tiempos pasados, pretéritos ahora perfectos que siempre se echan de menos. Aun siendo buenos recuerdos, intenta deshacerse de ellos por el momento y volver a su camino. Ya ha llegado al lugar escogido. La esquina del edificio le da la bienvenida augurandole su recompensa. Ya está llegando a casa de sus padres. A su casa, su hogar. Su madre le espera con el regalo para el paladar surgido de sus propias manos. Antes de almorzar, reflexiona sobre el camino recorrido y el estado de su cuerpo. Se siente bien. Se come su tan merecido almuerzo y se acomoda en el butacón para recompensar a su cuerpo como merece, con un buen descanso al abrigo de un gran edredón, tumbado en la butaca. Sintiendose bien consigo mismo.

5 comentarios:

Elena dijo...

Bonito paseo :D

pacostrato dijo...

Supongo que la siesta sería de escándalo, no?

Notengoblog dijo...

Muy buen paseo y muy buena siesta, si señor, jejejejejeje. Imaginad como será la butaca que fue lo primero que me vino a la cabeza cuando, en una sesión de relajación, me dijeron que pensase en un lugar donde estuviese realmente agusto, ji ji ji ji. Un abrazooooooo...

Encarni dijo...

Eso es un hombre que se ha tomado en serio sus propósitos y cuya recompensa habrá sido bien merecida. Por cierto, me ha alegrado reencontrarte en mi blog. Saludos ;)

Silvia dijo...

Ains que bonito recorrido hasta la casa de la mama...(léase sin tilde)Si es que como en casa....